Uno de los lugares más emblemáticos que ha dejado una marca indeleble en la memoria de aquellos que estudiaron ciencias en la década de 1980 es la cafetería conocida como “El Ruso”, hoy en día rebautizada “El Puesto”.
Este rincón universitario ha sido testigo de risas, amistades, debates académicos, comidas rápidas y largas horas de estudio. Para muchos, El Ruso no era simplemente un lugar para tomar café o comer algo rápido entre clases; era un punto de encuentro, un espacio donde encontrarse para estudiar, para ir a otro lado, para – en fin – encontrarse. Para los estudiantes de ingeniería era quizás también un modo de alternar con “estudiantas” de la Facultad de Administración, que se encontraba topográficamente cerca.
Como creo que todos saben, este lugar no tenía buena reputación por su higiene, por lo que las moscas estaban más presentes que los clientes. El encargado de la gestión, que Juancho recuerda como heladero al que le alquilaron un salón de Agronomía que transformó en cafetería, recibió el sobrenombre de “moscovita”; de ahí por extensión del gentilicio, se le conocía como “El Ruso”.
Los estudiantes de Estudios Generales Ciencias (EEGGCC) de esos tiempos solíamos frecuentar este lugar como si fuera una extensión de las aulas. Simbólicamente, por su ubicación, representaba un paso entre EEGGCC y la facultad de Ciencias e Ingeniería (FaCI): se encontraba justo en el medio, una suerte de pasaje ritual hacia metas más altas (el edificio de EEGGC tenía dos pisos y el del FaCI cuatro).
Como no recordar a Andy, camarero protogay que nos conocía a todos, y que todos conocíamos y al cual reconocíamos su habilidad en servir básicos (menú básico) a ráfaga.
El olor a cosas fritas, a estofado de pollo (¿?), el sonido constante de tazas chocando contra platos y cubiertos contra cubiertos fueron quizás una sinfonía peculiar que resonaba en nosotros en las pausas de estudio. Pues los básicos almorzados eran la pausa. También era lugar de citas en las que – no sabemos cómo – nadie fallaba, y nos veíamos ahí. No andábamos Whatsappeando y mandando posición y aún así no encontrándonos como ahora. El diferencial de posición es inversamente proporcional a la señal de los celulares.
El Ruso, como lugar, tenía una personalidad, que todos recordamos, era una personalidad colectiva de su gestor, “El Ruso”, sus hijas, de Andy. Esa personalidad que es, de alguna manera, nuestra compañera de estudios. Eso es, el Ruso es mi compañero de estudios. Ahora entiendo.
Y ahora, la metamorfosis en mariposa, El Puesto, más bella, más racional y pituqueada, casi un restaurante en Eishia, ¿habrá cambiado su esencia?